Por Equipo de Redacción
Publicado en 8 de junio de 2023
La obsolescencia programada, es decir, la práctica de diseñar productos con una vida útil limitada, puede considerarse un villano de la economía circular. La economía circular busca minimizar los residuos y promover la sostenibilidad a través de la reutilización, el reciclaje y la reducción del consumo. Sin embargo, la obsolescencia programada va en contra de estos principios al incentivar la constante reposición de productos, generando un ciclo de consumo insostenible.
En primer lugar, la obsolescencia programada conduce a un aumento de la eliminación de productos aún funcionales, lo que se traduce en un desperdicio de los recursos naturales y energéticos utilizados en su producción. Cuando los productos están diseñados para fallar prematuramente, los consumidores a menudo se ven obligados a reemplazarlos incluso cuando no hay una necesidad real, lo que genera una acumulación innecesaria de desechos.
Además, la obsolescencia programada perjudica la capacidad de reparar y prolongar la vida útil de los productos. Al dificultar o incluso imposibilitar la sustitución de piezas o la reparación de elementos, las empresas alientan a los consumidores a comprar nuevos productos, lo que da como resultado un ciclo de consumo continuo. Esto impide la transición a un modelo más sostenible, en el que los productos se utilicen durante el mayor tiempo posible.
Otro impacto negativo de la obsolescencia programada es la demanda constante de materias primas y energía para producir nuevos productos. Esta práctica aumenta la presión sobre los recursos naturales, que a menudo son escasos, y contribuye a la degradación ambiental. En lugar de promover la reutilización y el reciclaje, la obsolescencia programada fomenta la extracción continua de recursos, lo que compromete la viabilidad de la economía circular.
Finalmente, la obsolescencia programada también afecta financieramente a los consumidores. Al verse obligados a comprar nuevos productos con frecuencia, tienen un costo más alto a largo plazo y pueden tener dificultades financieras para mantenerse al día con la demanda de reemplazos. Esto crea un ciclo de consumo que prioriza las ganancias corporativas sobre el bienestar económico de las personas.