Por Equipe de Redação
Publicado en 29 de septiembre de 2024
El desafío de curar las cicatrices de una tragedia ambiental – Cómo São Sebastião, en el litoral norte de São Paulo, trabaja para transformarse en un lugar resiliente ante eventos extremos después de las lluvias que devastaron la ciudad en 2023. El electricista Moiseis Bispo, de 38 años, había recién reformado su casa cuando São Sebastião, en el litoral norte de São Paulo, fue azotada por una lluvia que devastó la ciudad en febrero del año pasado. Líder de Vila Sahy, nunca había visto nada similar. El agua invadió casas, dejó a miles sin hogar y causó 65 muertes, abriendo cicatrices tanto en los habitantes como en el medio ambiente.
«Es un trauma que se quedará para toda la vida. No importa si seguimos aquí o nos vamos», dice Bispo, quien teme ver la historia repetirse. Sin embargo, un año y ocho meses después, São Sebastião poco a poco va cerrando las cicatrices y reencontrando una nueva forma de enfrentar eventos climáticos extremos.
Este mes se completará una etapa importante de ese proceso. Se realizará la última siembra del Proyecto Restaura Litoral, una iniciativa que mapeó 851 áreas de deslizamiento para acelerar la regeneración vegetal de la región.
Con el uso de drones equipados con inteligencia artificial, se han lanzado más de 1.000 kilos de semillas de árboles nativos en 183 hectáreas de áreas devastadas, alcanzando el 90% de la meta del proyecto. El objetivo es llegar a 200 hectáreas en las próximas dos semanas.
El proyecto forma parte de un plan más amplio que busca hacer de São Sebastião una ciudad resiliente ante eventos climáticos y prevé la creación de cuatro unidades de conservación, además de educación ambiental. «Lo que aprendemos de todo esto es la importancia de preocuparnos por el futuro ambiental», resume Bispo.
El desafío de convertirse en resiliente
Hacer que las ciudades sean resilientes ante eventos climáticos extremos, como está intentando São Sebastião en el litoral norte de São Paulo, es un desafío pendiente en Brasil. En la última década, el 94% de los municipios brasileños fueron afectados por algún tipo de desastre, según un estudio de la Confederación Nacional de Municipios (CNM). La mayoría de los desastres fueron causados por lluvias excesivas o sequías.
A pesar de ello, Brasil todavía avanza lentamente en la prevención. Entre 2010 y 2023, el país invirtió aproximadamente 15 mil millones de reales en acciones de respuesta y recuperación, pero solo alrededor de 7 mil millones en prevención, según Talita Gantus de Oliveira, investigadora del Instituto de Geociencias de la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp).
«Actuamos de forma reactiva, nunca estamos preparados. El modus operandi cuando ocurren desastres es como si fueran políticas estacionales: las acciones comienzan solo cuando llueve», dice Oliveira, quien en su doctorado estudió la planificación territorial urbana para la gestión de riesgos y la resiliencia ante desastres en Brasil.
La Política Nacional de Protección y Defensa Civil de Brasil fue creada en 2012, después de las lluvias de 2011 que dejaron 900 muertos en la región serrana de Río de Janeiro. Un estudio del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden) entre 2021 y 2022 reveló que el 59% de las defensas civiles municipales están compuestas por una o dos personas, y el 72% de los municipios ni siquiera tienen presupuesto para la Defensa Civil.
«Otro problema es que la gran mayoría de quienes ocupan cargos en la Defensa Civil no son funcionarios públicos, por lo que con cada elección municipal cambian y entran personas que no conocen el tema. Deben ser capacitadas desde cero», afirma Victor Marchezini, sociólogo del Cemaden.
En Brasil, también faltan articulaciones entre los municipios, lo que dificulta la acción en episodios que involucran varias localidades, como ocurrió este año en Rio Grande do Sul.
Ante estos episodios recientes, Brasil busca fomentar la creación de Planes Municipales de Reducción de Riesgos (PMRR). Hasta 2026, el Gobierno Federal pretende financiar 200 PMRR para mapear los riesgos geológicos e hidrológicos en áreas periféricas. Este mes se finalizó el primer plan en la ciudad de Paulista, en Pernambuco.
Para Oliveira, esta iniciativa representa avances, pero Brasil también deberá enfrentar otros desafíos, como crear políticas públicas continuas, asegurar financiamiento para los municipios, garantizar el cumplimiento de los planes, invertir en planificación urbana y vivienda de calidad, y combatir la especulación inmobiliaria en áreas de desastre.
«La resiliencia es una palabra de moda que se ha incorporado al mercado como una práctica de gentrificación. Pero la resiliencia tiene que ver con la capacidad de movilización comunitaria», destaca.
Marchezini coordina un proyecto, Cope/Fapesp (Capacidades Organizacionales de Preparación para Eventos Extremos), que en 2025 mapeará la capacidad de las ciudades para enfrentar eventos extremos y realizará formaciones piloto en algunas localidades.
«No podemos contar con suficientes agentes de Defensa Civil para atender a miles de personas, por lo que necesitamos políticas públicas que involucren y preparen a la población», afirma.
El ejemplo de São Sebastião
La movilización comunitaria es el motor de las iniciativas ambientales y sociales enfocadas en la resiliencia en São Sebastião. El municipio, siendo un balneario que atrae turismo de clases de mayor poder adquisitivo, logró recaudar fondos y articular acciones para viabilizar el proyecto Restaura Litoral durante la tragedia.
El proyecto involucra a la ONG local Instituto Conservación Costera (ICC), al gobierno a través de la Fundación Florestal, al Ministerio Público Federal (MPF) y a la iniciativa privada.
Parte de los recursos provino de la Concesionaria Tamoios, como compensación por el impacto de la construcción de la Autopista Nova Tamoios. Esto permitió contratar a Atlântica Consultoría Ambiental para diagnosticar las áreas devastadas y diseñar un plan de cinco etapas para la recuperación, y a Ambipar para adaptar la tecnología de drones para dispersar semillas.
Se utilizan biocápsulas desechadas por la industria farmacéutica y abono orgánico derivado de residuos de Estaciones de Tratamiento de Efluentes (ETE).
«Dada la peculiaridad de São Sebastião, con áreas de difícil acceso y gran pendiente, tuvimos que adaptar los drones para que pudieran dispersar semillas grandes y pequeñas rápidamente», explica Gabriel Estevam, director corporativo de Ambipar.
Se están lanzando especies como guapuruvu, embaúba, crindiúva, quaresmeira y otras. «Ya hay resultados visibles, con áreas de deslizamiento donde la vegetación ha crecido más de un metro», agrega André Motta, de Atlântica Consultoría Ambiental.
Educación ambiental como medida de prevención
«El desastre vulnerabiliza más a las personas que ya están en áreas de riesgo. La mayor parte de ellas son personas negras, con menores ingresos. Y muchas de estas comunidades ya están organizadas, conocen el territorio”, enfatiza Oliveira.
En el caso de Restaura Litoral, la población ha participado en talleres de mapeo de riesgos y educación ambiental. También se llevan a cabo acciones en las escuelas, para enseñar a profesores y estudiantes a lidiar con los riesgos de desastres naturales.
«No se puede hablar de un post-tragedia sin lidiar con las personas que pasaron por ello», defiende Fernanda Carbonelli, directora del ICC.
En asociación con Cemaden, desde febrero se ofrecen clases una vez por semana en cuatro escuelas. Además, ya se han realizado nueve talleres con los habitantes locales.
«Sabemos que no vamos a poder sacar a todos de las áreas de riesgo, es utópico, tenemos más de 22 mil personas en estas áreas, y muchas de las personas ni siquiera quieren salir de esos lugares, porque es su casa», explica Carbonelli.
En las actividades, los niños y adolescentes son entrenados para actuar en situaciones de emergencia, aprender a identificar áreas de riesgo y también aprenden técnicas de conservación. La meta es formarlos para que sean agentes multiplicadores de este conocimiento en la comunidad.
La estudiante Anna Luisa Gallo, de 17 años, aún no vivía en São Sebastião cuando ocurrieron los deslizamientos. A pesar de haber leído sobre lo ocurrido en ese momento, fue solo al llegar a la ciudad a principios de este año que tuvo dimensión del impacto de la tragedia.
Por eso, decidió participar en las actividades. «Esto traumatizó y afectó a mucha gente. La población más joven no sabía qué hacer. Mis amigas contaron que se quedaron sin alimentos e internet», dice.
En São Sebastião, la meta es expandir las formaciones a otras 20 escuelas. Para Bispo, acciones similares deberían multiplicarse. «Es importante que esto no sea solo una acción de São Sebastião, sino de otras ciudades y estados. La prevención y reeducación del ser humano es el mejor camino», enfatiza.
Autor: Alice de Souza
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